De vuelta a casa

Publicado en 20Minutos (2015)

Cada día pasaba por aquella calle, pero esa noche había sido diferente. Al poco de emprender su camino, las farolas que convertían las oscuras noches de otoño en agradables tardes de verano, se apagaron. Solo unas pocas siguieron iluminando la calle, pero la pobre luz que emitían temblaba y parpadeaba, como si un espíritu bromista jugara con el interruptor que las encendía, haciendo que todo tipo de sombras danzaran a su alrededor. La oscuridad se había cernido sobre él. De repente se dio cuenta de que hacía frío y que el viento soplaba con fuerza, ululando a su paso, como si alguien silbara melodiosas y tenebrosas tonadillas. No pudo evitar detenerse y mirar a su alrededor en busca de algún compañero para tan terrorífico viaje. Pero no había nadie, estaba solo. Con su corazón latiendo con fuerza en su pecho, hizo acopio de valor, se subió las solapas de su chaqueta y siguió su camino.

A medida que avanzaba, se percató de que, aun teniendo una amplia calzada, no había ningún vehículo que aportará con sus faros más luz a aquella calle. La acera, siendo llana y cómoda, estaba completamente vacía, a excepción de él que la recorría con paso indeciso tratando de estar alerta a cuanto le rodeaba. Parecía que su única compañía eran aquellos altos y frondosos árboles que había a lado y lado de la calle. Si durante las horas de luz aportaban vida a aquel barrio dominado por fábricas y naves industriales, aquella noche de escasa luz se habían convertido en gigantescos monstruos con largos y raquíticos brazos que parecían querer atraparlo.

Al son del viento, unas cuantas hojas rozaron entre ellas produciendo un sonido que alertó a nuestro paseante, que sin dudarlo un segundo arrancó a correr con los ojos cerrados, dejando atrás tan lóbrego paseo, sin percatarse de que las farolas habían recuperado su estable, cálida y agradable luz.